Vanessa Villegas Galván.

 Responsable Dpto. Derecho Administrativo, Urbanismo y Medio Ambiente.

 

Nos han cambiado el mundo. No el mundo a nivel global, pero sí nuestro mundo. El que teníamos concebido hasta ahora como inmutable. Esa sea quizás la principal y más importante enseñanza que vamos a recibir de esta triste e inaudita situación.

No es baladí. Supondrá, sin duda, a partir de ahora, cambios de comportamientos, de costumbres, otra forma de entender el concepto de estabilidad y de normalidad, en definitiva, otra forma de entender la vida. Puede que esta nueva concepción de nuestra rutina se quede para siempre instalada en cada uno de nosotros, o puede que se vaya apagando de forma directamente proporcional al paso del tiempo y con éste al del olvido. Pero lo que es una evidencia irrefutable es que, en estos momentos, todos estamos moviéndonos en terrenos no ya tanto desconocidos, como poco utilizados.

Todas las empresas que continuamos prestando servicios lo hacemos de una forma radicalmente distinta. La fuerza con la que se ha desarrollado e implantado la tecnología es un hecho absolutamente indiscutible. Si esto que vivimos lo hubiéramos tenido que sufrir tiempo atrás, muchísimas empresas se habrían visto completamente imposibilitadas para seguir prestando servicios o, al menos, no con la calidad, rapidez y fluidez en la transmisión de información y conexión como se está haciendo en estos momentos. Para los despachos de abogados esto se convierte en algo crucial.

No podemos sino agradecer la inclusión de la era tecnológica en nuestro día a día. Esto ha hecho que podamos seguir asesorando tal cual lo veníamos haciendo antes de la declaración del estado de alarma, con la única diferencia quizás, de no poder darle la mano o un abrazo a alguno de nuestros clientes o compañeros al finalizar alguna reunión.

Pero hay algo que todavía hacemos mejor que la tecnología por muy avanzada que esta sea: pensar.Como seres humanos que somos, poseemos una versatilidad infinita para poder elegir en situaciones de incertidumbre, una opción de entre varias alternativas, aplicando la inteligencia y el sentido común. Es lo que nos diferencia de los animales, y también de las máquinas. Estas últimas sólo pueden elegir de entre las programaciones que, previamente se le hayan implantado, por muchas que estas sean.

Puede que el mundo haya cambiado, pero no ha parado. En absoluto. La sociedad, en el término más amplio de la palabra, (clientes, empresarios, arrendatarios, hosteleros, hoteleros, inversores, técnicos de administraciones, y un amplio etcétera), nos pregunta, necesita saber, necesita respuestas. Son muchas las dudas sin resolver. La incertidumbre se ha convertido en líder que domina casi todos los problemas.Ahora más que nunca debemos interpretar derecho. Como abogados que somos esa es nuestra labor fundamental diaria y ahora se convierte en ineludible. Y esto implica mucho más que resumir Reales Decretos que, además, se modifican cada día.

Vamos a enfrentarnos a situaciones completamente novedosas, y la abogacía tiene por delante una oportunidad única y un deber inexcusable. Porque estamos en la trinchera, en la primera línea de salida para responder a los nuevos problemas, para ayudar a reflotar a los negocios existentes y atender a los nuevos modelos que se generen, en definitiva ayudar a construir esta nueva sociedad que necesitará ser también definida jurídicamente.

Las críticas deben estar, son necesarias. Pero un exceso de ellas sólo denotan pobreza intelectual. Hay que actuar, hay que ponerse a trabajar, cada uno en aquello en lo que su aportación pueda ser más valiosa.Quizás haya que escribir nuevas leyes, o reescribir las existentes, modificar interpretaciones ya asentadas, cambiar modelos preestablecidos, fijar nuevos conceptos jurídicos…

Todos los profesionales, de todos los sectores, sin excepción, seremos maestros horizontales, coetáneos que aprenderemos unos de otros y nos nutriremos de los conocimientos puestos en común, para crear una sociedad más fuerte. Porque esta tarea tenemos que ejecutarla todos juntos. Pensar por nuestra cuenta no nos lleva a ningún lugar mejor. Para esto hay un método que lleva funcionando siglos: hablar. No importa la forma en que lo hagamos. Hablemos.