Gabriel Pérez Alcalá – Rector de la Universidad Loyola Andalucía
Gabriel Pérez Alcalá lleva más de ocho años ostentando su cargo como Rector de la Universidad Loyola Andalucía, la primera y única universidad privada de esta comunidad autónoma. Asimismo, cuenta con una extensa experiencia docente como profesor de Economía en esta misma Universidad y profesor visitante de las Universidades de Passau (Alemania) y Linz (Austria). En su faceta investigadora, sus trabajos se han centrado en distribución de la renta, mercado de trabajo y evaluación de políticas públicas. Es colaborador del Diario Córdoba y la Cadena Ser, consultor en programas de desarrollo y cooperación y consejero de distintas empresas.
En esta ocasión, desde Sanguino Abogados, como estrecho colaborador en sus másteres, hemos tenido la grata oportunidad de entrevistarlo.
Gabriel, con tantos años de experiencia como rector, ¿qué balance hace de esta larga etapa?
Como todos los balances tiene sus activos y sus pasivos. En el activo, lo más valioso ha sido la puesta en marcha de la Universidad, configurar su actividad docente e investigadora, su presencia social y darle características del siglo XXI tales como la internacionalización o la permanente innovación. Al mismo tiempo estamos creando una potente Comunidad Universitaria con una nueva cultura. En el pasivo, el tiempo invertido, los errores que cometimos y las dificultades con algunas titulaciones. Aunque, el balance resulta positivo, pues el activo es mucho más grande que el pasivo exigible de errores y dificultades.
Como profesional, sabemos que en sus programas formativos cuenta con la experiencia de profesionales de la empresa privada. ¿Cuál es su importancia de cara a los futuros profesionales?
En Loyola creemos que un Claustro de profesores debe ser una mezcla equilibrada de académicos con trayectoria investigadora y profesionales de reconocido prestigio; de seniors con prestigio y jóvenes promesas con entusiasmo y nuevas ideas; de personas con un gran conocimiento de lo local y otras con una amplia visión internacional. La diversidad de enfoques, de experiencias y de trayectorias enriquece la formación de los estudiantes.
Por supuesto, cuanto más cercano a la entrada al mercado laboral, mayor es el número de profesionales que imparten nuestros programas.
Actualmente, estamos en un entorno cada vez más cambiante. ¿Qué líneas tiene previstas seguir la universidad cara a adaptarse?
La Universidad Loyola vive en permanente cambio, no sólo porque está creciendo y expandiéndose, sino porque es una universidad del siglo XXI, flexible en su organización, internacional desde su origen y por su ADN jesuita, tecnológica por su vocación. Para adaptarnos estamos en contacto con los estudiantes y con los futuros y sus familias, con los colegios e institutos, con las empresas e instituciones en las que nuestros egresados se insertan laboralmente. Al mismo tiempo, recibimos continuamente profesores o profesionales extranjeros (especialmente de Universidades norteamericanas y europeas) y fomentamos la movilidad de nuestro profesorado y personal en el extranjero. Estamos atentos a los cambios tecnológicos y revisamos y evaluamos continuamente nuestros procesos y desempeño.
Para terminar con la opinión de un experto, ahora que es visible la dificultad de la universidad pública por mantener su financiación, ¿cómo ve el futuro del mundo universitario?
El mundo universitario es muy amplio y diverso tanto por instituciones como por actividad. Cada mercado universitario está viviendo su propia historia y no se puede generalizar. Por ejemplo, China, India o los principales países africanos viven un fuerte crecimiento de su demanda universitaria parecida a la situación española de los ochenta. Por su parte, Norteamérica se enfrenta a dificultades por la burbuja de deuda de los estudiantes. Las europeas, sin embargo, están viviendo problemas por su demografía decreciente y su falta de competitividad internacional.
Lo que sí se puede decir es que la Universidad tal y como la conocemos en España, está en crisis, y no es solo por la financiación, sino por el concepto institucional, la obsolescencia pedagógica, la rigidez organizativa y la gobernanza. El futuro de la universidad clásica es sombrío al no tener armas para adaptarse a un entorno nuevo y competitivo.